Mi nombre es Araceli y quiero compartir mi experiencia con ustedes sobre cómo fue para mí adaptarme a una residencia de ancianos. Como muchas personas de mi edad, al principio, tenía dudas y miedos sobre este cambio. La idea de dejar mi casa y vivir en una residencia no era algo que tuviera en mente, pero la vida, como siempre, tiene formas sorprendentes de enseñarnos y, al final, la residencia Santa Rita se convirtió en un lugar lleno de cariño, calidez y nuevas oportunidades.
Al principio, el miedo al cambio
Cuando tomé la decisión de mudarme a la residencia Santa Rita, tenía muchas preguntas y, sinceramente, no sabía qué esperar. La idea de dejar mi hogar y cambiar mi rutina de toda la vida me aterraba. Estaba acostumbrada a la tranquilidad de mi casa, al contacto con mis vecinos, y a mi pequeña rutina diaria. Pero, al mismo tiempo, sabía que no podía seguir sola en mi casa, especialmente después de algunos problemas de salud que me hicieron reflexionar sobre mi bienestar.
El primer día en la residencia fue un torbellino de emociones. Por un lado, sentí una gran tristeza al dejar lo conocido, pero por otro lado, también me sentí aliviada de saber que iba a estar en un lugar donde me cuidarían, donde no tendría que preocuparme por hacer las compras o por la limpieza de la casa. A veces, los cambios pueden asustar, pero también pueden traer grandes sorpresas.
La calidez del personal: un abrazo en cada gesto
Lo que más me sorprendió, y lo que realmente cambió mi experiencia, fue el trato tan cercano y profesional del personal. Desde el primer momento, me hicieron sentir bienvenida. Los trabajadores, tanto el personal de atención como los enfermeros y los cocineros, fueron muy amables y siempre estuvieron dispuestos a ayudarme en todo lo que necesitaba. La calidez con la que me trataron me hizo sentir como si estuviera en casa.
Una de las cosas que más valoro es la atención individualizada que recibí. Sabían cómo adaptarse a mis necesidades y, sobre todo, me escuchaban. Sentí que realmente les importaba mi bienestar y eso hizo toda la diferencia.
Las actividades: una nueva forma de vivir
Otro de los aspectos que me sorprendió fue la variedad de actividades que ofrecen. Al principio, no me animaba mucho a participar, pero poco a poco me fui involucrando. Ahora, me encanta tomar parte en las actividades culturales, las manualidades y las charlas que organizan. He conocido a personas maravillosas, muchas de ellas con historias y vivencias que me han enriquecido enormemente.
Una de mis actividades favoritas es la lectura en grupo. Nos reunimos en una sala común y leemos historias que nos permiten viajar a diferentes mundos. También hay ejercicios de estimulación cognitiva que me ayudan a mantener mi mente activa. A veces, hacemos caminatas por los jardines o incluso participamos en juegos de mesa. Todo esto hace que mi día sea más alegre y significativo.
La importancia del apoyo emocional
No voy a negar que al principio, me costó acostumbrarme a la idea de estar lejos de mi familia y amigos. Sin embargo, a lo largo del tiempo, me di cuenta de que la residencia también me ofrecía un apoyo emocional que no esperaba. Los otros residentes se convirtieron en parte de mi nueva familia y, juntos, nos apoyamos mutuamente.
Mis hijos, aunque al principio tenían dudas, ahora se sienten tranquilos al saber que estoy en un lugar donde no solo me cuidan físicamente, sino que también se preocupan por mi bienestar emocional. Las visitas regulares me permiten mantenerme conectada con mi familia y, a su vez, me siento parte de la comunidad de la residencia.

Reflexión final
Si me hubieran dicho hace un año que me adaptaría tan bien a una residencia de ancianos, no lo habría creído. Mi experiencia en la residencia Santa Rita ha sido mucho más de lo que imaginaba. Ha sido un proceso de aprendizaje y adaptación, pero sobre todo de crecimiento personal. Este lugar no solo me ha dado la oportunidad de cuidarme físicamente, sino que también me ha brindado nuevas amistades, actividades enriquecedoras y, lo más importante, me ha dado una nueva perspectiva sobre la vida.
Si estás pasando por una situación similar o te preguntas si una residencia de ancianos es lo que realmente necesitas, te animo a que no tengas miedo de dar el paso. Al principio puede ser difícil, pero con el apoyo adecuado y el trato cálido, como el que he recibido aquí, puede ser una experiencia muy positiva. Como ejemplo de la importancia de un trato cercano, te invito a leer la carta que escribí a la residencia, donde expresé mi gratitud por todo lo que me han dado: Un ramillete de rosas: la emotiva carta de Araceli residente de Santa Rita Horta.
